En el ámbito judicial, la perspectiva de género no es un añadido ni una excepción; es una herramienta fundamental para garantizar que los procesos sean justos y libres de prejuicios. Sin embargo, entender qué implica aplicar esta perspectiva puede ser un desafío. El reciente fallo de la jueza Norma Noemí Senn, en el caso del exjefe municipal de tránsito de Reconquista, Rolando Edgardo Quarín, acusado de abuso sexual por dos subordinadas, nos permite reflexionar sobre su importancia.
El concepto de perspectiva de género en la justicia no solo implica analizar hechos desde un punto de vista neutral, sino también considerar cómo las desigualdades estructurales y las dinámicas de poder influyen en los testimonios, las pruebas y la capacidad de las víctimas para denunciar. Este caso ofrece una oportunidad para comprender cómo debería aplicarse este enfoque en casos de violencia sexual.
¿Qué es la perspectiva de género en la justicia?
Cuando hablamos de perspectiva de género en el ámbito judicial, nos referimos a un análisis que:
Reconoce las desigualdades estructurales: Entiende que las mujeres y las diversidades suelen enfrentar barreras específicas para acceder a la justicia, como el temor a represalias, la estigmatización social o la incredulidad hacia sus testimonios.
Elimina estereotipos: Desafía ideas preconcebidas, como que una víctima de violencia sexual debería resistirse físicamente o denunciar de inmediato, y evita que estas expectativas afecten la valoración de los hechos.
Valora el contexto: Analiza las dinámicas de poder entre las partes, como la relación jerárquica entre Quarín, quien era jefe, y las víctimas, quienes dependían laboralmente de él.
Fortalece el análisis probatorio: Reconoce que en los delitos sexuales, que suelen ocurrir en la intimidad, no siempre hay testigos directos o pruebas materiales, por lo que se otorga especial importancia a los relatos de las víctimas y las pruebas indirectas.
El caso Quarín y la perspectiva de género
En este juicio, la jueza Senn concluyó que, al no haber testigos directos de los abusos ni evidencia material suficiente, no se podía confirmar la culpabilidad del acusado más allá de toda duda razonable. Este enfoque se centró en lo que tradicionalmente se considera como «pruebas concluyentes». Sin embargo, desde la perspectiva de género, habría sido necesario ampliar el análisis para incluir otros elementos clave.
1. El testimonio de las víctimas
En casos de abuso sexual, el relato de las víctimas es, con frecuencia, la principal fuente de información. La perspectiva de género exige que estos testimonios sean valorados considerando las características del delito: su naturaleza privada, el impacto psicológico en la memoria y el comportamiento de las víctimas, y las barreras estructurales que enfrentan para denunciar.
En este caso, los relatos de las víctimas incluían detalles de las dinámicas laborales, las amenazas implícitas y el contexto de control ejercido por el acusado. Estos elementos podrían haber sido analizados con mayor profundidad para comprender el impacto del poder jerárquico en la situación.
2. El contexto laboral
Quarín era jefe de las víctimas en el área de tránsito municipal, una posición que implicaba no solo supervisión laboral, sino también poder sobre su estabilidad económica. La perspectiva de género habría puesto el foco en cómo esta relación de subordinación influenció la capacidad de las víctimas para resistir o denunciar, y cómo las amenazas relacionadas con el trabajo pueden ser tan coercitivas como la violencia física.
3. Las pruebas indirectas
Además de los relatos, había pericias psicológicas que mostraban cómo las víctimas experimentaron cuadros de depresión y episodios fóbicos derivados de los abusos. También se presentaron testimonios de compañeros que, aunque no presenciaron los hechos, describieron cambios en el comportamiento de las víctimas. Estos elementos podrían haber sido integrados para construir un análisis probatorio más amplio.
El impacto de una sentencia con perspectiva de género
Una sentencia con perspectiva de género no implica asumir culpabilidad sin pruebas, sino analizar los hechos desde una comprensión integral de las dinámicas de violencia y desigualdad. En este caso, habría requerido:
- Valorar los testimonios considerando las barreras psicológicas y sociales que enfrentan las víctimas de abuso sexual.
- Reconocer el poder jerárquico como un factor clave que condiciona las acciones de las partes.
- Incorporar pruebas indirectas como pericias psicológicas, cambios de comportamiento y patrones de acoso sistemático.
Por qué es importante reflexionar
El fallo de la jueza Senn no es una excepción en nuestro sistema judicial. Más bien, refleja un desafío mayor: cómo incorporar de manera consistente la perspectiva de género en los casos de violencia sexual. Esto no solo es una exigencia moral, sino también un mandato legal, sustentado en normas internacionales como la Convención de Belém do Pará y la CEDAW (Convención sobre la Eliminación de todas las formas de Discriminación contra la Mujer), normas internacionales que abordan temas relacionados con los derechos de las mujeres
Reflexionar sobre este caso nos permite preguntarnos: ¿estamos haciendo lo suficiente para que la justicia sea verdaderamente igualitaria? ¿Cuánto más necesitamos avanzar para garantizar que las víctimas sean escuchadas y comprendidas sin prejuicios?
La perspectiva de género no busca favorecer a una parte, sino garantizar que todos los elementos sean analizados bajo un marco libre de estereotipos. Aplicarla no es opcional; es el camino hacia una justicia que reconozca y desafíe las desigualdades de género que aún persisten.