¿Es necesaria esta lucha?

Preguntas frecuentes

Hay personas que consideran que la sociedad ha llegado a un punto de igualdad considerable entre hombres y mujeres. Sin embargo, los datos hablan por sí solos. Aquí lanzamos algunos, datos – no opiniones –, extraídos de un estudio realizado por el Ministerio de Economía de Argentina, Secretaría de Política Económica y la Dirección Nacional de Economía, Igualdad y Género:

  • Las mujeres son las que sufren los mayores niveles de desempleo y precarización laboral. Ganan, en promedio, un 29% menos que sus pares varones, brecha que se amplía para las asalariadas informales, alcanzando un 35,6%.
  • Lo que sucede en el mercado laboral con las personas travestis y trans todavía permanece oculto a los ojos del Estado. En 2012, y por única vez hasta el momento, se llevó adelante la Primera Encuesta sobre Población Trans: Travestis, Transexuales, Transgéneros y Hombres Trans (INADI e INDEC, 2012), sobre una muestra de 209 personas, de donde se desprenden algunos datos llamativos. El 20% de las personas encuestadas declaró no realizar ninguna actividad por la que obtenga dinero. El 80% restante expresó dedicarse a actividades vinculadas a la prostitución y trabajos informales de precaria estabilidad. El dato de cobertura de salud refuerza un panorama de fragilidad: el 80% no tiene obra social, prepaga o plan estatal.
  • Según la Encuesta sobre Trabajo No Remunerado y Uso del Tiempo (EAHU-INDEC, 2013) ellas realizan el 76% de las tareas domésticas no remuneradas. El 88,9% de las mujeres las realizan y dedican a este tipo de labores un promedio de 6,4 horas semanales. Mientras tanto, sólo el 57,9% de los varones participa en estos trabajos, a los que les dedican un promedio de 3,4 horas semanales .
  • La presencia de niños y niñas en el hogar amplía la brecha en la distribución del trabajo no remunerado: las mujeres sin niños/niñas menores de 6 años a cargo realizan el 72,7% de estas tareas, mientras que quienes tienen 2 o más se hacen cargo del 77,8% de ellas. A su vez, las mujeres dedican más horas al trabajo doméstico aún cuando se compara una que trabaja (fuera del hogar y de manera paga) en una jornada completa con un varón que se encuentra desempleado (5,9 horas y 3,2 horas respectivamente).
  • La tasa promedio de la participación de las mujeres en el mercado laboral es de 49,2%, 21 puntos porcentuales más baja que la de los varones (71,2%). Hay diferencias entre las mujeres también. Según datos del INDEC, las que cuentan con estudios universitarios completos o incompletos tienen una tasa de actividad de 74,3% mientras que las que poseen secundario incompleto muestran una participación del 35,9% y las que poseen estudios secundarios completos 55,1%.
  • La brecha de ingresos totales entre varones y mujeres es del 29,0%, calculada como la variación relativa entre la media de ingresos de los varones y el promedio de ingresos de las mujeres. Esta brecha se agrava cuando se comparan asalariadas y asalariados informales, superando el 35,6% promedio de diferencia entre ingresos. La brecha entre varones y mujeres de calificación profesional es de 28,6%, mientras que entre trabajadoras y trabajadores no calificados, es del 35,7%. Desagregando los datos por jerarquía laboral, se observa que entre los jefes y las jefas la distancia es del 24,1%, entre asalariados y asalariadas es del 23% y, entre cuentapropistas, del 29,4%. En todos los casos los varones ganan más que las mujeres.
  • En cuanto a la segregación horizontal, en la Argentina, la principal ocupación de las mujeres es el servicio doméstico remunerado: representa el 16,5% del total de empleo de las mujeres ocupadas y el 21,5% de las asalariadas. Estas tareas están extremadamente feminizadas: entre las 877.583 personas que se dedican al servicio doméstico, el 96,5% son mujeres. Asimismo, aunque en el país hay una ley que regula el trabajo en casas particulares y fija el salario de este sector en $16.515 mensuales, la mayor parte de estas trabajadoras no accede a sus derechos básicos. El 72,4% no percibe descuento jubilatorio y el promedio de salarios que perciben es de $8.167, de acuerdo a datos de la EPH. Este valor implica que una trabajadora doméstica cobre 46 pesos por cada 100 que recibe una empleada del sector privado y 30 pesos por cada 100 que recibe una trabajadora formal. Si se toma como parámetro el salario promedio de un varón, las empleadas domésticas ganan 26 pesos por cada 100 pesos que gana uno de ellos. Estas mujeres cobran prácticamente la mitad de un salario mínimo, vital y móvil, constituyéndose en las trabajadoras más pobres de toda la economía.
  • Además de tener peores salarios en general, las mujeres enfrentan mayores niveles de informalidad (36% versus 34,2%) y mayores niveles de desocupación (10,8% versus 8,9%) que los varones. El caso más notable es el de las jóvenes de hasta 29 años que superan el 22% de desempleo, cuando para los varones del mismo rango etario el desempleo es del 17,9%. Según el INDEC, en los hogares de menores ingresos, 1 de cada 4 mujeres está desempleada (24,2%), mientras que en los de mayores ingresos la desocupación es de 1,9%.
  • De acuerdo a las proyecciones del INDEC, en 2019 en Argentina había un total de 1.086.568 de mujeres de entre 55 y 59 años. Según datos del BESS, solo el 53,4% de las mujeres en edad próxima a la jubilación, realizó aportes. Dentro de este grupo, solo 116.771 mujeres superan los 20 años de aportes y podrían efectivamente jubilarse. Esto equivale apenas al 10,7% del total de mujeres de entre 55 y 59 años y al 20,1% de las mujeres no jubiladas de esa edad que realizan aportes. Es decir, la mayor parte de las trabajadoras accede a una jubilación sólo por medio de la moratoria.

El término “micromachismo” fue acuñado por el psicoterapeuta Luis Bonito Méndez definiéndolo de esta manera: “una práctica de violencia en la vida cotidiana que es tan sutil que pasa desapercibida, pero que refleja y perpetúa las actitudes machistas y la desigualdad de género”

Son esas prácticas de los hombres hacia las mujeres que tenemos tan naturalizadas y aceptadas socialmente que ni nos damos cuenta. Por ejemplo, los típicos chistes machistas que sitúan a la mujer en un lugar marginal, marcar “señora” si estamos casadas o “señorita” si no lo estamos en documentos oficiales ¿acaso los hombres hay otra opción que la de “señor”?, anuncios televisivos de productos de limpieza donde la mujer es protagonista o de bebidas light con el mensaje encubierto de que somos nosotras las que debemos ponernos a dieta.

Un término que hace alusión a algo tan hermoso con la hermandad y compañerismo entre las mujeres. A lo largo de la historia y bajo el predominio patriarcal se ha criticado todo intento de agrupamiento femenino bajo comentarios machistas que hacían alusión a supuestos celos entre nosotras por competir en la belleza femenina o asegurando que no sabemos trabajar juntas porque nos criticamos las unas a las otras. Es decir, han tratado de generar la idea de competencia entre nosotras, cuando lo más natural del mundo es vincularnos desde lo que somos, mujeres, más allá de nuestras diferencias y formas de pensar. Y ahora más que nunca, sororidad en medio de una cultura patriarcal que queremos derribar para lograr sociedades más justas e igualitarias.  

La sociedad nos marca según el sexo biológico nada más nacer: niña, agujeros en la oreja, presuponiendo que más adelante necesitará adornos para ensalzar la belleza de su cuerpo. A los niños nada, ya son perfectos así. Es el primer estereotipo que encarna los niños al nacer de otros tantos que buscan destacar las diferencias entre hombre y mujer.

El sexo biológico tiene que ver con nuestra genitalidad y nuestros cromosomas sexuales.

La orientación sexual alude a la atracción sexual, erótica o amorosa que sentimos hacia otra persona.

La identidad de género tiene que ver con la construcción del yo, interna y subjetiva, que debería ser libre y respetada.

Y la expresión de género es tu forma de expresarte al mundo. Tu ropa, tu estilo.

Viene a poner fin a la hipocresía y doble moral sexual donde solo se podía tener sexo dentro del matrimonio. Donde las mujeres debíamos permanecer vírgenes antes de la ceremonia. No así los hombres, cuyos encuentros sexuales con otras mujeres eran bastante aceptados por la sociedad patriarcal.

Con la llegada de los anticonceptivos, las mujeres podemos separar la función reproductiva de la del gozar del placer de tener sexo. A pesar de que cada vez más las mujeres elegimos cuándo y con quién disfrutar del placer sexual, todavía quedan secuelas machistas que nos etiquetan de puta o zorra si optamos por encuentros sexuales con diversas personas.  

"Los hombres temen que las mujeres se rían de ellos. Las mujeres temen que los hombres las asesinen” Margaret Atwood

A pesar de que todavía  existen hombres asesinando a mujeres, hay quien piensa que la violencia de género no existe.